Entre las atracciones qué ver y qué hacer en Estambul, no puede quedar fuera el Hipódromo de Constantinopla. Un destino disponible para viajar en pandemia.
Está ubicado en la Plaza de Sultanahmet, en el corazón del barrio del mismo nombre. Para llegar hasta allí, una buena alternativa es el Metro, bajando en la estación también homónima.
Y es visita ineludible para quienes se dirigen a la mezquita de Santa Sofía. También si quieres visitar el Palacio Topkapi, la Cisterna Basílica o el Museo Arqueológico de Turquía.
Eso sí, vas a necesitar mucha imaginación para admirar esta monumental obra del Imperio Bizantino que data de 600 años antes de Cristo. Hoy sólo quedan los vestigios que dejaron los otomanos cuando conquistaron Estambul, en 1453.
Para facilitar su comprensión, un esquema de cómo lucía en los tiempos en que reinaba en estas tierras el Imperio Bizantino.
Una historia bizantina
La actual Estambul fue fundada con el nombre de Bizancio en el año 667 a.c por el rey Bizas. Por su ubicación estratégica, frente al estrecho del Bósforo, que une el Mar Negro con el Mar de Mármara, fue objeto de constantes ataques.
En el 330 d.c., el emperador Constantino El Grande decidió trasladar la capital del Imperio Romano a esta ciudad que renombró como Nova Roma. Pero a poco andar pasó a ser conocida como Constantinopla, la ciudad de Constantino.
Eran los tiempos en que el Imperio Romano, estaba en su máximo esplendor, con casi 5 millones de km2 bajo su control. Las obras debían estar a su altura.
Se construyeron entonces monumentales obras. Entre ellas, el Hipódromo de Constantinopla. Centro deportivo y social de la entonces ciudad más grande del mundo.
Bajo la Universidad de Mármara
El principal vestigio de la monumental obra es el sphendone del hipódromo. Palabra griega que no tiene traducción al inglés ni al español, que hace alusión a las diademas que usaban las griegas. Son los gruesos muros que rodeaban al hipódromo y que hoy se pueden ver bajo los cimientos de la Universidad de Mármara.
Hoy cuesta imaginarlo, pero el Hipódromo de Constantinopla tenía cerca de 450 metros de largo y 130 metros de ancho. Tenía una pista en forma de U. Y en graderías albergaba a más de 100 mil espectadores.
El palco del emperador estaba situado en el extremo este de la pista, con ingreso directo desde el palacio imperial. También llamado el Gran Palacio o el Palacio Sagrado, de esta construcción bizantina sólo quedan restos desenterrados que se pueden admirar en Museo Arquelógico.
Sobre las casillas del Hipódromo de Constantinopla habían cuatro caballos de bronce, saqueados en la Cuarta Cruzada, en 1204. Hoy colocados en la parte alta de la fachada de la Basílica de San Marcos, en Venecia.
Constantinopla se mantuvo como símbolo de la unidad del imperio Romano de Oriente y Occidente, hasta el 395, cuando ambos imperios se dividieron definitivamente. La ciudad, con sus monumentales obras, pasó entonces a ser la capital del Imperio Bizantino.
Qué hacer y qué ver en el Hipódromo de Constantinopla
En la superficie de lo que fue el Hipódromo de Constantinopla, hoy convertida en Plaza Sultanahmet, están los otros vestigios dignos de observarse.
En el extremo sur, por ejemplo, puedes ver la Columna de Constantino, de 30 metros de altura. Construida para conmemorar la declaración de Bizancio como la nueva capital del Imperio Romano. En sus orígenes estuvo cubierta de plazas de bronce que no resistieron los constantes saqueos.
La costumbre de los jenízaros, tropas de soldados turcos de elite, de competir trepando la columna contribuyó también a su mala conservación.
El obelisco de Teodosio
Unos metros más adelante, yendo hacia Santa Sofía, puedes ver el Obelisco de Teodosio, que en realidad es el obelisco del faraón egipcio Tutmosis III.
El obelisco fue erigido por primera vez en el Templo de Karnak. Una pequeña población egipcia, en la rivera del Nilo frente a Luxor. En el 357, el emperador romano Constancio II ordenó que el obelisco fuera trasladado por el Nilo hasta Alejandría. Era su forma de conmemorar sus 20 años en el trono.
Permaneció allí hasta el año 390, cuando Teodosio I ordenó su traslado a Constantinopla y que se levantara en un lugar destacado del Hipódromo. Desde entonces se conoce como el Obelisco de Teodosio.
Cuando fue instalado en el hipódromo, el obelisco de Teodocio medía 30 metros. Pero los daños sufridos con el paso de la historia, hoy permiten ver sólo poco más de 18 metros de la columna original.
Las inscripciones en los laterales de la columna dan cuenta de la victoria de Tutmosis III a orillas del río Éufrates en el 1450 a.c. Pero su base cuenta historias de Teodosio I.
En uno de los costados de los bajo relieves de mármol, puedes ver a la familia del emperador. En otro, al emperador ofreciendo la corona de la victoria de los ganadores de las carreras de carros. Y en los siguientes, escenas de músicos y bailarines de la época.
La columna serpentina
Otro de los vestigios del Hipódromo de Constantinopla es la Columna Serpetina. Como los monumentos anteriores, la Columna Serpentina también es anterior a la fundación de Constantinopla.
Originalmente, la Columna Serpetina era una de las tres patas de una mesa de sacrificios en la antigua Grecia. Fue trasladada desde Delfos a Constantinopla por orden de Constantino I en el año 324.
La columna, de ocho metros de alto, contaba con tres cabezas de serpientes que permanecieron intactas hasta fines del siglo XVII. Una de ellas se exhibe actualmente en el Museo Arqueológico de Estambul.